Cada viaje a las comunidades de Baja California Sur es toda una aventura, porque sabemos que veremos y aprenderemos algo nuevo y eso es una de las cosas más gratificantes de nuestro trabajo en campo con cada grupo de ahorro, es algo así como enseñar y aprender de ambos lados.
Hace poco más de un mes, tuvimos la oportunidad compartir una cachito de nuestra existencia con la comunidad de Agua Verde, en Loreto, donde vivimos cuatro días llenos de retos, que nos dieron una visión diferente de nuestro trabajo, pues si bien, ya era para todas evidente lo difícil del traslado y la vida en una comunidad alejada, el estar de fijo en el lugar y vivirlo junto a sus habitantes, hizo que pudiéramos entender realmente todo el trabajo y compromiso que las y los socios de los grupos de ahorro tienen para con ellos mismos.
Pudimos confirmar la eficiencia de nuestro trabajo a través de los talleres de educación financiera, así como de su eficacia, al ver como la comunidad de Agua Verde es tan receptiva y adaptada a dichas capacitaciones, lo cual también se deriva de su misma dinámica social, que ha jugado un papel importante a nuestro favor en pro de poder acercarnos a mostrarles las herramientas que les podemos ofrecer.
La participación activa de todos fue algo realmente enriquecedor para nosotras, el poder escucharles y conectar con las personas, no sólo por el hecho de compartir una forma de vida a través del ahorro, sino también por compartir el contexto en un entorno que nos trató casi por igual a todos los que estuvimos durante esos cuatro días, porque definitivamente, eso marca una gran diferencia entre conocer y comprender, pues en el día a día llegamos a tener privilegios que no nos permiten comprender porque en otros lugares no los hay y que pensamos que deberían estar dados, pero no es así.
Algo de suma importancia que valoramos esos cuatro días con sus noches, es el tiempo, tiempo para escuchar y aprender mucho más de la comunidad, de sus costumbres, saberes y retos. Pues brinda una perspectiva diferente a nuestra realidad.
El poder comer, caminar, observar las estrellas, platicar y dormir cerca del mar, hizo aún más bella esta experiencia, muy a pesar de no tener las mismas comodidades y privilegios del hogar propio. Nos hizo conocernos más, conocer nuestros miedos, pero también nuestras fortalezas. También tuvimos la oportunidad de trabajar de manera coordinada y siempre brindándonos apoyo en todos los sentidos y a pesar de que no pudimos estar toda la equipa completa viviendo la experiencia, las que no estuvieron de manera presencial, si aportaron su granito de arena desde la distancia con sus consejos previos y trabajo de apoyo para que viajáramos lo más cómodas posibles. En cuanto a las que estuvimos en Agua Verde, nos supimos repartir de manera igualitaria las tareas, de tal suerte que se volvió un espacio armónico.
Gracias a los restaurantes Brisa del Mar y El Faro por alimentarnos, así como a la Casa Niparajá, por brindarnos un espacio de trabajo. Sinceramente, todo valió la pena.
Para finalizar ya el último día, posterior a la entrega de los reconocimientos a quienes participaron en los talleres, la comunidad nos hizo entrega de reconocimientos elaborados por ellos mismos, donde externaron su gratitud para con nuestro trabajo, lo cual no tiene precio, simplemente es algo que se siente y se recibe, se agradece para siempre.
Dali, Perla, Moni y las Marthas.